Me he encontrado esta pequeña sorpresa: una perla para los que nos consideramos creyentes, algo inesperado para otros, un regalo de finura exquisita de espíritu para todos.
Yo ya no siento
el estupor,
esa perdida mirada en el vacío,
ese aire suspenso en las entrañas.
Dios me dio su corta mano y me dijo:
eleva el corazón de la miseria
y ven a mí.
Mi corazón no existe en lo existente,
existe en mí.
Con el y Dios hacemos un trino esencial,
un ser divino.
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